lunes, 24 de diciembre de 2012

Llegó la hora.
Mis papás retiran la mesa, y hago un esfuerzo para llevar mi plato, está un poco pesado. Esperamos con mi hermano mayor sentados en el living. Está la tele prendida, pero no podemos dejar de mirar el reloj, faltan minutos para las doce de la noche.
Mi mama sale de la cocina y dice: -Supongo que este año...- y el timbre interrumpe su cátedra. Era mi vecino (de mi misma edad) y me grita con todas sus energias, asomado por la reja: ¡¡Vimos al viejito pascuero!! Mi corazón no daba mas, me puse muy nerviosa, y salí corriendo, mi hermano corría tras mío para que no me pasara nada.
Afuera miraba a todos lados, y a lo lejos en el cielo vislumbre unos puntos rojo y blanco. Se me erizaron los pelos del brazo. Escuché unos cascabeles, y ahi mi corazón se aceleró.
Con tanta emoción, no había percibido que mi hermano me sacudía, yo no quería tomarle atención. Quería agradecerle al viejito la alegría que me trae todos los años, que en el colegio nos disfrazamos de viejito pascuero, y les damos nuestros juguetes a los niños mas necesitados, poniéndolos muy contentos. Quería agradecerle por tantas cosas, pero al parecer otro año mas en el que no alcanzaba a hablarle.
-Es que tiene que recorrer el mundo en una noche- decía mi papá. Lo tenía claro, por lo tanto me enfoqué en mi.
Mi hermano me decía: ¡Oie! Ya pasó el viejito por la casa, ¿No quieres ir a ver lo que te trajo?.
¡Lo había olvidado! Corrí desesperada a la casa, entré, y vi el árbol, ¡Mágicamente lleno de regalos! Para mi papá, para mi mamá, para mi abuelita, para mi hermano...y ví ahí, de pié en el árbol, el paquete con forma de bicicleta.
-Viejito, gracias.- susurré.

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Llegó la hora.
Con mi mujer sacamos la mesa y me puse a lavar los platos. Los niños estaban viendo tele, y Julia con mi mamá guardaban las ensaladas sobrantes. Estaba contento, mas rato vendría mi hermano, mi cuñada, mis sobrinos, y mi mamá no se creerá la sorpresa que le tiene mi papá. Pasaremos una noche en familia, reiremos, tomaremos cola de mono, conversaremos muchísimo, dos años sin verse significa muchos temas de conversación entre dos hermanos. Los niños jugarán con sus regalos y estarán mas felices que nunca, y en ese momento miraré a Julia y le diré - No envejeceremos solos- y me sonreirá. Es su mayor miedo.

El timbre me saco de mi ensimismamiento, y casi se me quiebra un plato. Carolina salió corriendo, y Juan Carlos detrás de ella, significaba que debíamos actuar, y rápido.
Corrí a buscar los regalos, y Julia me acompañó. Tomé la muñeca que quería mi hijita, pero que nunca se había atrevido a decírmelo, y la dejé en el árbol. Luego tomé la bicicleta que tanto quería Carolina, que curiosamente no era para ella, si no que era para su mejor amigo, que vivía en un hogar para niños. Su solidaridad me emocionó hasta las lágrimas.

En 2 minutos teníamos montado toda una mágica escena, y recordé cómo me emocionaba cuando entraba a la casa en navidad. Mi mamá estaba sentada tejiendo, lista para recibir a los niños.

Entraron exaltados, miré a mi mujer y me calló con un beso.

Comenzaba la navidad.

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